Tal y como habíamos
acordado, el sábado pertreché la doka con todo lo necesario para
subir a las Cañadas del Teide a ver las Perseidas con el KAT. Poco a
poco cargué las cosas: una tumbona de playa, un saco de dormir, una
nevera con cerveza, refrescos y hielo, una linterna led, algo de
abrigo, una generosa ración de albóndigas, otra igual de carne el
salsa, vasos, tenedores, cuchillo y, de postre, un bizcochón de
limón. Además de la consabida botella de Aldea añejo y un San
Cristobal por si acaso...
Tras conducir por la
autopista un rato y de paso quitarme dos o tres quilos de encima con
la sauna de la doka (había alerta roja de calor) llegué a la PCAN
de la Esperanza. Lo de siempre: el primero.
Al rato apareció Jesús,
Eduardo y su hijo y más tarde Quino y el Oval que se estrenaba. Como
somos un entusista grupo defensor de los motores aircooled, en
nuestro empeño porque Volskwagen vuelva a dotar a sus coches con
motores refrigerados por aire, decidimos echarle un par de narices al
tema y subir hasta los 2330 metros de altitud con unos 40 grados a la
sombra y con coches de más de 30 añitos. Estaba claro que el
triunfo de enrtrada era una utopía. Yo me imaginaba una deshonrrosa
bajada en punto muerto de alguno o todos debido al insoportable calor
y la interminable pendiente. Pero me equivocaba...
Delante salió Eduardo con la T1, detrás su hijo con el kubel luego yo
y detrás el cabrio, la otra doka y el oval.
Sobre los 1100 metros,
Eduardo que encabezaba la marcha, aparcó a la abuela (su kombi T1) a
un lado por miedo a freir salchichas y chistorras sobre el bloque
motor. Paramos todos ya que era una buena escusa para refrigerar los
coches y a nosotros con unas “garimbitas”. Mientras distribuía
cervezas a dos manos, Eduardo nos miraba y abriendo los ojos nos
decía:”La Abuela está caliente”.
Don Alberto Bichara iba
de copiloto fotógrafo y de apoyo moral a Eduardo acariciando
suavemente a la abuela y dicicéndole carantoñas para que ésta no
se parase.
A los 1400 el oval daba
tirones para mosqueo del trio de pasajeros, pero era debido a la poca
mezcla de aire a esta altitud ya que su carburador estaba regulado a
nivel del mar.
Tras un precioso paseo
entre pinos y sudando como beduinos, los pinos se acabaron y
superamos la cota 1800. Apareció el Teide entre la calima. A esas
horas un incendio devoraba el otro lado de la isla. ¡¡Malditos
pirómanos!!
Un poco más arrriba
llegamos a las llanuras de Izaña y el Portillo
donde hicimos la
tercera parada de refresco.
Desde ahí iríamos a la recta del
Parador a esperar la noche,
pero esa es la segunda parte de la
historia.
1 comentario:
buen report Albert !!!
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