Me está empezando a asustar el que cada vez que me propongan algún reto o aventura que implique a un coche de más de 30 años de por medio, no sólo no diga que no, sino que además me apunte sin pensarlo. Por eso, cuando el amigo Eduardo me dijo de subir a las Cañadas del Teide en el Ford A de 1928 de su padre y además acompañar a otras 13 relíquias de la misma quinta propiedad de miembros del Club de Amigos de los Coches Antiguos de Tenerife, le dije que si sin pensármelo demasiado.
El domingo a las 10 y 15 estaba yo en la Laguna viéndo cómo Eduardo arrancaba "el Fotingo": primero conectar la batería, luego abrir la gasolina, subir los "cuernos del volante" hacia arriba, pisar el acelerador (que para ponerlo más fácil es el pedal de en medio) y al mismo tiempo pisar con el pié izquierdo el pulsador de arranque que está lo más lejos posible, a los pies del pasajero en un coche con el volante al lado inglés ¡Está chupado! ¡Más fácil imposble!
El domingo a las 10 y 15 estaba yo en la Laguna viéndo cómo Eduardo arrancaba "el Fotingo": primero conectar la batería, luego abrir la gasolina, subir los "cuernos del volante" hacia arriba, pisar el acelerador (que para ponerlo más fácil es el pedal de en medio) y al mismo tiempo pisar con el pié izquierdo el pulsador de arranque que está lo más lejos posible, a los pies del pasajero en un coche con el volante al lado inglés ¡Está chupado! ¡Más fácil imposble!
Tras conseguir despertar al octogenario Ford A, Eduardo lo sacó del garaje...resplandecía al sol de la mañana con sus enormes faros delanteros y sus cromados...
Nos llevó un rato descapotarlo y dejarlo listo para emprender la marcha callejeando por la bonita y antigua ciudad de la Laguna.
Antes que nada, y por tranquilidad, tocó repostar. Aquí Eduardo da una lección de maestría y arte taurino poniendo super 98 cual diestro entrando a matar estoque en ristre...
¡con un par!
¡con un par!
En la parte de atrás iba el otro "líquido con octanaje", unas 6 botellas de vino artesanal con mucho "repris"...
El aguilucho de alas batientes que llevabamos en el morro del Ford, al estilo del "Espíritu del Éxtasis" de los Rolls, pero en plan de andar por casa, marcaba el camino a seguir "volando" por entre la niebla...
Un par de kilómetros más arriba, y seguramente debido a que la carretera ya iba cogiendo una pendiente considerable, alcanzamos a parte de la comitiva que nos había adelantado mientras "inventariábamos los churros".... verlos aparecer y desaparecer entre las nubes te ponía los pelos de punta, era como en esas pelis de terror cuando la espesa niebla te trae a los espectros del pasado...
...pero en seguida apareció el sol y descubrimos que estábamos en medio de un grupo de 4 de los 14 coches participantes en la excursión.
"Chipeque 1830 metros de altitud"... aqui el coche empezó a acusar la altitud y la menor cantidad de oxígeno en el aire, perdiendo algo de potencia y amagando con querer pararse a tomar una siesta...
Entrábamos en el Valle de la Orotava por su vertiente este, y el mar de nubes, pastoreado por los alisios, se extendía como un blanco edredón de ikea puesto a las faldas del Teide. Ni que decir tiene que mientras nosotros nos quemábamos la frente (como descubrimos a la tarde), abajo, en la Orotava gozaban de una espléndida panza de burro...
...y fué entonces cuando sonaron dos explosiones como granadas de mano y el Ford dijo hasta aquí llegamos....se paró ... justo en medio de una doble curva, con moteros bajando a toda pastilla, guiris con coches de alquiler subiendo sin mirar... Los 4 coches de nuestra pequeña comitiva se pararon, y don Emilio, tio de Eduardo y nuestro anfitrión, gran conocedor de estos vetustos artilugios aparcó el suyo y ni corto ni perezoso se puso a empujar al asfixiado Ford hasta dejarlo en la cuneta...
Unas manos expertas abrieron el capot (yo no sabría ni por dónde empezar sin el consabido manual del conductor) y empezaron a tantear con certera precisión hasta localizar el fallo mecánico...
"¿Es grave, doctor?" Mientras don Emilo mira con ojos expertos el carburador, Eduardo sopesa la idea de dar media vuelta y bajar en silencioso punto muerto hasta la ciudad de los Adelantados... ¡La laguna!
El mar de nubes lucía en todo su esplendor cual plantaciones de algodón, y Eduardo por fín empezó a relajarse viendo que el fotingo familiar no nos iba a hacer la faena de dejarnos tirados en medio de las Cañadas...
Ya llegábamos a la última curva, desde aquí todo era una suave bajada hasta llegar al Portillo...
...¡Portillo, civilización, teléfono, grúa, café, cerveza, reposo del guerrero....!
1 comentario:
Que bien lo pasamos! Gracias por la compañía, muy buen reportaje, saludos.
Eduardo
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